lunes, 20 de mayo de 2013

Primera clase

El profesor llega pasadas las y cuarto, no dice hola ni nada.

-Saquen todos las cosas de sus bolsillos. Pónganlas arriba de sus asientos.

Algunos dudan, otros obedecen.

El profesor deja pasar otros segundos hasta que todos lo hacen.

-Mírense, seguramente todos sacaron las mismas cosas.

Llaves y billetera, los alumnos se miran.

-Llaves y billetera, y seguramente ahora celular. Tres cosas. ¿Alguien no las comparte?

-Yo no uso billetera- dice uno. Otro dice no tener celular.

-Piensen en las primeras dos. Dos relaciones sociales en las que todos estamos inmersos: la propiedad y el dinero. Y mírense las muñecas, o piensen en las muñecas de sus padres y abuelos y miren sus aparatos electrónicos y vean otro elemento más: el tiempo. El tiempo, el dinero, y la propiedad privada, les aseguro que todas nuestras vidas están y estarán atravesadas de comienzo a fin por estos tres ejes. Ustedes dos, no crean que no teniéndolos están fuera.

Algunos murmullos.

-El celular como aparato es nuevo. Además del tiempo, entonces la comunicación. Quizás su necesidad. Piensen en cada uno de sus instantes. Las redes sociales, la información permanente. El estar permanentemente conectados. "Online", domo dicen ahora-

La pronunciación es rústica. Intencionadamente rústica.Algunas risas y rostros serios.

-La información permanente... Ni hablemos de la ropa, la moda, sus mismos deseos. Piensen en sus regularidades como grupo, en qué cosas comparten y qué cosas no. Todas cuestiones que tienen como blanco central, como objetivo, al cuerpo y sus usos; todas cuestiones que merecen ser pensadas y repensadas. Eso es lo que intentaremos hacer aquí, modesta y humildemente. Acuérdense, se trata siempre del cuerpo...

sábado, 4 de mayo de 2013

En mi calle



Tema impresionante, concebido en 1967. Esta versión es de 16 años después: en 1983 y en el Teatro Nacional de la Habana, sala Avellaneda. Silvio festejaba no tener la necesidad de cantar en Cuba temas como el Unicornio, Ojalá y esas yerbas. El cd entero de ese día -que en realidad no es un cd, sino una grabación de mediana calidad- es una joyita de la música y la trova.

...Si yo no viviera en la ciudad,
quizás vería el árbol sucio
donde iba yo a jugar.

En mi calle de silencio está
y va pasando por mi lado,
es un recuerdo desigual... 

viernes, 19 de abril de 2013

El futuro... ya llegó

En el “mejor partido de la jornada”, según palabras del mismísimo árbitro, las Hijas de Gepetto y Hasta la Victoria’s Secret se sacaron fuego y protagonizaron un gran espectáculo para todos los presentes. Fue uno a uno y así el torneo femenino demostró todo su fútbol.


A punto de desplomarme en uno de los improvisados bancos de cemento que rodean la canchita, con las ganas de observar hoy, y por fin para mí, el primer partido del torneo femenino, algo que por horarios de los partidos aún no había podido hacer, Sofía me llama por mi nombre y su rostro es claro: hay que cubrir un bache. 0

La duda me sobreviene, le digo palabras confusas, que sí, que no, pero ella se adelanta, sabe que está en ventaja: “Yo estoy cubriendo este pero ahora tengo que ir a entrar en calor”, dice con cierto profesionalismo. Finalmente acepto. Saco el cuaderno, una birome y anoto los equipos, algo que después admito voy a tener que agradecer por el desarrollo del juego… Pero vayamos de a poco: de un lado, las Hijas de Gepetto presentan ante el pedido del improvisado cronista una lista de 12 jugadoras; Hasta la Victoria’sSecret, una de 8 nombres, todos con sus respectivos números. Es así que la cantidad, prolijidad y disposición para anotar los equipos me sorprende gratamente.

Los nombres de los equipos, nuevos para mí, empiezan a tomar color: Hasta la Victoria es el equipo puntero, las ya míticas jugadores de Platense, que vienen demoliendo rivales; Las Hijas de Gepetto, el conjunto rosa, quizás el más glamoroso del torneo, que de un baldazo de agua fría en el debut pasó a un empate y hoy encara su tercer partido con expectativas renovadas aunque con el cuidado de saber que enfrente están “las mejores”.

Pero antes, siguiendo la propuesta de Sofita (y acá imagínense linkeada su crónica), atrevámonos a la pregunta ¿qué implica la entrada de las mujeres en nuestro querido campo de deportes?

Sin dudas, no sólo el campo sino el fútbol entero se trata de un lugar históricamente de “ellos”. La aparición este año, y hay que decirlo: no por arte de magia ni por repentina y generosa decisión de los organizadores, de un torneo femenino empieza o avanza en demoler fronteras culturales tontas. De repente, todos nos dimos cuenta que el fútbol se jugaba en silencio y con cierto pudor por las muchachas. ¿Quién no escuchó alguna vez de una compañera el “sí, siempre fui medio pibe” ante el enterarnos de su clandestino amor por la pelota? Se ve que el fútbol, entonces, no es propiedad de nadie y que el campo ahora es más nuestro que nunca. Igualmente Sofita, las compañeras deberán comprender a quienes nos sintamos algo dolidos por observar que una mujer le pega irremediablemente mejor que nosotros, o que defina técnicamente mejor o peor: que simplemente ponga más “huevos” en la cancha… ¡Son siglos de desigualdad! Lo que está sucediendo en el campito no es joda…

Pero vamos ahora sí a los hechos.

En la previa la tensión, un silencio que nadie se anima a cortar, es el marco. Hay olor y promesa de partidazo. Veremos. El árbitro, motivo de comentarios por lo bajo entre las mujeres (no hace falta más que ver los títulos de las notas de esta fecha para corroborarlo), que hoy vio sangre en un párpado femenino y luego fue requerido para tomarse unas fotografías (¡!), suena el silbato y el partido comienza.

Empieza mejor Hasta la Victoria, Jimena Ávalos intenta de lejos en una de las primeras pero la 89 Sole, una de las figuras del conjunto rosa-frutilla-chicle, rechaza al córner. El centro llega a la 9 Sofi Schiariti que casi logra conectar pero no tiene suerte. En la siguiente, la misma 9 intenta la pisadita en el área pero recibe la marca atenta y rigorosa de la número 2 rosa: Magda.

En estos primeros instantes los equipos aún no se encuentran. ¿Nervios quizás? Con hinchada, dts y una tribuna repleta, colorida y muy bulliciosa, la tensión del público se traslada a las jugadoras. El silencio y la tranquilidad del comienzo ceden ante un ritmo frenético y sin descanso.

En eso, la arquera Leila Simsolo tiene la pelota e intenta el pase estilo handball a una de sus compañeras parada en el centro del campo. La bocha se levanta, su compañera espera que esta le caiga pero eso no sucede nunca. La 2 Magda viene corriendo desde atrás, anticipa dando un saltito espectacular y sin pedir permiso se lleva la pelota… Con alma y vida entra a correr, se la lleva de rodillita, pechito, otra vez rodillita y cuando la arquera le sale, define con un toque suave a la red. Gol, ¿qué digo gol? GOLAZO para las chicas de rosa, que festejan como nunca la victoria parcial y aplausos de toda la tribuna que parece venirse abajo. Así las Hijas de Gepetto se ponen rápida ¿y sorpresivamente? arriba en el marcador y empiezan a ilusionarse con la posibilidad de los tres puntos y el primer triunfo del campeonato ante el puntero. “¡Qué golazo!”, se comenta y repite afuera, una y otra vez.

Ahora sí, el partido se arma.

Tras cierto desconcierto entre las verdes, la número 5 Ávalos se hace dueña de su equipo e intenta ordenar y tocar. Sole, desde el arco, interpreta bien lo que está pasando: “¡Hay que salir, chicas!”, insiste a sus compañeras pero no hay caso; la presión es mucha.

La 9 verde Schiariti gira entre dos rivales, tiene su gol pero la cierran justito. Al minuto vuelve a probar pero el remate débil es bien contenido por Sole. La 2 Magda comienza a demostrar todo su fútbol, Sole se hace líder en defensa y se vuelve a mostrar imbatible como cada fin de semana. La número 4 Cape por momentos se ve desbordada en defensa por los tiros de lejos de Ávalos pero enseguida encuentra el ritmo y el juego. La número 3 Belu completa bien la defensa y la 12 Piojita intenta organizar el contragolpe que no muchas veces sale. Después será la 8 Renata quien lo intente.

A pesar de los esfuerzos, se juega casi completamente en campo rosa. ¿Podrán zafar del empate? Con algo de suerte, mucha actitud y Sole entre los tres palos (sin ella nada de esto sería posible, ellas lo saben), el conjunto de las “camisetas buenísimas” por ahora aguanta el partido con mucho estilo y por momentos, algo de juego. La 2 Magda se hace caudillo y patrón, quita y hace jugar. A pesar de un físico chiquitito, compensa fuerza con agilidad y no hay jugadora que pueda eludirla. Ávalos, por primera vez en el torneo, ve que no todo será tan sencillo…

Es la misma Ávalos que desde lejos vuelve a probar sacando un terrible remate desde afuera y dejando a toda la cancha enmudecida ante tamaña violencia. Apenas afuera. Hay miradas cómplices entre el público como diciendo ah no, esta mina es una bestia.

Tiempo de cambios: entra la 5 Sofita por la 2 Magda que necesita el descanso, parece decir su dt también de rosa. Sofita, en su primera jugada, intenta llegar a una pelota que se escapa por la banda izquierda, no lo logra y cae peligrosamente al suelo, prueba el rigor del cemento y arrolla a los pasivos espectadores que animaban el encuentro. ¡Tremenda caída de Sofi que pide disculpas y continúa el juego rápidamente! Con estos huevos, las Hijas de Gepetto tienen buenas chances de aguantar el partido. (¿O serán ovarios? El cronista duda y continúa; serán las chicas quienes decidirán apropiarse de la palabra o inventar una nueva que designe eso: actitud, voluntad y juego).

En la siguiente, Ávalos, quién sino, desborda por derecha, se saca a una defensora de encima y saca otro terrible sablazo… Sole acompaña el remate con su mirada y... ¡Palo! ¡Terrible palo! ¡Qué partidazo estamos viendo, señores! Hombres y mujeres indistintamente se acercan a observar tan bello fútbol. Aplausos, muchos aplausos para la 5 que quiere su gol pero aún, ¿sólo aún?, no lo logra. Sole esboza una sonrisa en su rostro: sabe que en esta tuvo suerte…Mucha suerte.

La 8 verde tiene su gol tras un pase de la 5 pero se va mordido y afuera. Casi Natalia Papú se anota en la lista de goleadoras. El cuaderno señala: “Linda combinación entre 3 y 8, pero esta no se anima de zurda”, las protagonistas sabrán a quiénes se hace referencia. Tiro libre. La 5 Sofita pregunta hacia el banco: “¿Cómo hacemos barrera?”. El dt en el desconcierto intenta la explicación pero la 5 verde apura el remate y pega, sí, en la barrera.

Ya en los últimos minutos, hay una absoluta dependencia de la 5 Ávalos en el conjunto de Hasta la Victoria. “Vos quédate”, manda a su defensora Julieta le Bellot que se ríe y cuida la contra.

Fin del primer tiempo. Aplausos y más aplausos de la tribuna rosa que festeja el triunfo. De parte de las verdes, algo de agua y concentración. Charla técnica de las dos partes. Ambos conjuntos en ronda y con sus directores técnicos. Ávalos recibe la pregunta del cronista sobre el desarrollo del juego y la 5, acostumbrada a micrófonos y grabadores, devuelve la pared: “El fútbol es así viste, vos sabés”. El dt rosa, por otro lado, (curiosamente no anotado en la planilla de los planteles para la revista) se encarga de dar indicaciones para el armado de la barrera. “La tenés que acomodar vos”, le indica a su arquera estrella.

Los equipos de vuelta a la cancha y otra vez a dejar la vida.

Ávalos se escapa por izquierda, le pisa la pelota a la 5 Sofita pero esta no duda y con agresividad pone la pierna y quita al lateral. Bien por la número 5 que no se achica. Falta, tiro libre de Ávalos, hay un rebote, la 9 tiene su gol pero la Sole logra desechar el peligro. La pelota flota en el aire tras una serie de rebotes y ahí es cuando la 6 Patricia Vázquez se anima y pone el tremendo frentazo que pareciera señalar por aquí no pasarán. Sorpresa y aplausos del público.

El segundo tiempo se presenta más peleado, sin tantas situaciones claras y más faltas. La 10 rosa Manuela intenta el juego ahora en su equipo pero no está fácil. Sole vuelve a taparle un remate a la 9 Schiariti y confirma su liderazgo. La 7 Maldo aparece en el frente de ataque y sola se fabrica sus ataques, con más garra y corazón que juego. Parece siempre cerca de la definición y el gol pero no, por ahora son solo insinuaciones…

Sin embargo, todas las jugadores son partícipes de un duelo claro, clarísimo, entre Magda y Ávalos. Ahí está el partido. Ellas lo saben; se prueban, se miden y evalúan. Ávalos intenta de afuera de puntín pero no hay caso. En la siguiente intenta el amague pero la 2 Magda quita con estilo, demasiado estilo, y llueven los festejos.

Promediando el segundo tiempo, y como inevitablemente sucede, la mirada posada en el partido afloja y se distrae. En eso se ubica en la tribuna y algo jamás observado por mis ojos futboleros en años de torneos se presenta. Veo una hilera de compañeras situadas al calor de la línea del lateral, todas o casi todas gritando desaforadamente, salpicando saliva y vociferando vaya a saber qué vocablos extraños; una fuerza colectiva en la cancha de cemento desconocida hasta entonces. Cierro los ojos y los vuelvo a abrir. Me los refriego. Es cierto: las chicas al fin están descubriendo que no hay, que no habrá nada como la unión con tu equipo, el placer de cortar un pase, de construir una jugada, de ponerle un pase a tu amiga para que defina y grite el gol desaforadamente. Que no hay ni habrá nada como el fútbol y su después.

En eso, un comentario extraño llega a mis oídos: “Muy buenas las medias de la 10 rosa, me encantan” (las medias son violetas con detalles rosas). Y sí, el comentario confirma que el fútbol femenino atrae público de todas las edades, intenciones y colores…

Pero volvamos. En el verde se nota cada vez más la falta de juego asociado; las asociaciones son allí intermitentes. En las chicas de Gepetto hay juego, y mucha voluntad, que es lo primero, pero no lo único. Es que en este partido aparece algo nuevo. Se nota, se empieza a vislumbrar algo más que simples ganas: un cierto funcionamiento. Las jugadoras como piezas de algo mayor, cierta impersonalidad en el equipo, algo digno de trascender los domingos y las bondiolas…

Mano de Sofita que se deschava con el gesto. Tiro libre de la 5, pega en Sofi. Luego, combinaciones interesantes se suceden entre la 10 y la 12 rosas. La pelota, otra vez, queda en el aire, y ahora es la 5 la que pone el frentazo y rechaza el peligro. Afuera se escucha: “La 2 y la 5 son los estandartes del equipo”, y una respuesta: “No te olvides de la arquera”.

Mientras tanto, el partido.

Ávalos vuelve a probar, esta vez de zurda. Apenas desviado. “Uhhhhhhhhhhh”, llueve desde la excitada tribuna.

Y de pronto, faltando nada más que instantes, la 2 Julieta Lancella se escapa por derecha, filtra el pase para el medio, las defensores que se duermen y la 5 Ávalos que define entre las piernas de Sole… Gol, golazo para las chicas de Hasta la Victoria que ponen el partido en tablas. En los festejos, la 5 agradece a su compañera el envío y con la misma potencia que puso en el juego la abraza y se le tira arriba y casi que la hunde en el cemento, pero no es nada. Están enajenadas las verdes, y con razón: fueron en busca del empate y lo consiguieron.

Uno a uno entonces y no hay tiempo para más.

Los dos conjuntos se saludan, olvidan tibios rencores propios del juego y se retiran satisfechos del campo.

Las chicas de camiseta chicle nunca corrieron tanto como hoy y demostraron que están para crecer: la derrota del debut hoy queda bien enterrada, sepultada en el olvido. Con dos empates al hilo, se prenden al campeonato. Había escrito Martin Scaglia la semana pasada: “Las hijas de Geppetto son puro sacrificio y entrega, juego colectivo, solidario, aún no les luce del todo el fútbol pero futuro hay de sobra”. Hoy se puede decir que el futuro llegó… o al menos está cerca cerquita. Por el otro lado, las de Hasta la Victoria supieron jugar en campo contrario y hacer figura a su arquera rival, que no es poco. Ávalos, otra vez, demostró toda su jerarquía e hizo temblar a las espectadoras que ahora dudan de presentarse cuando les toquen las muchachas de verde...

En los rostros cansados, en los cachetes rosados de ambos conjuntos, se nota: de a poco las compañeras, en otros momentos dudosas y hasta críticas de este bello deporte colectivo, se van enamorando del fútbol como quien no quiere la cosa… El punto que se repartieron los equipos después del pitido final pasa a segundo plano, ahora lo que importa es toda la cantidad de minutos que llenarán las protagonistas entre semana con charlas sobre este tremendo partidazo.

Y cuando todo pareciera esfumarse: “¡Qué gol de mierda! ¡¡Qué cerca de ganar estuvimos!!”, se escucha de fondo. Risas y más risas. Y el placer de haberlo dejado todo.


Goles:

1-0: 2 Magda (Las Hijas de Gepetto)
2-0: 5 Ávalos (Hasta la Victoria’s Secret)

Hasta la Victoria’sSecret:

1 LailaSimsolo 8,5
2 Julieta Laucella 8
4 Julieta Le Bellot 7
5 Jimena Ávalos 9,5
6 Patricia Vázquez 7
7 Julieta Ruz 7
8 Natalia Papú 7
9 Sofía Schiariti 8

Las hijas de Gepetto:

89 Sole 9
2 Magda 10
3 Belu 7,5
4 Cape (Lucía) 7,5
5 Sofita 9
7Maldo 8
8 Renata 7,5
9 Mariel 7,5
10 Manuela 7,5
12 Pioja (Victoria) 7,5
22 Olga 7,5

(Viene de Campo de Juego)

miércoles, 3 de abril de 2013

De pescadillas y lunas llenas

El viento norte sopla fino y sereno, sin apuro pero persistente. Las olas insisten, se arman y desarman sin fin ni comienzo en la leve pendiente de la orilla. La luna llena se atreve de a poco, como con verguenza; despacio comienza a salir por detrás y a ubicarse cada vez más arriba. El reflejo del agua la dibuja. Parecen metros nada más; uno si estirase la mano parecería poder tocarla, acariciarla, y hasta abrazarla.

Eso es justo lo que piensa el pescador que la observa con atención y el mismo asombro de todas las noches en las que decide salir a pescar y no hay nubes que le impidan su maravillosa contemplación. La figura negra del hombre, su pequeña sombra, contorno y figura completan una noche fría de abril y aunque no hay silencio la cadencia del ir y venir del mar que nunca se cansa, el viento que irrumpe en sus orejas y pareciera entrar por un lado y salir por el otro, transportan al viejo, lo trasladan a otra dimensión. A una realidad que, como el agua helada en sus carnosos pies tibios, lo hace sentirse vivo y hasta un poquito más, joven quizás.

Por el dedo índice de la mano derecha el viejo siente el mar moverse, agitarse y contraerse. El hilo tenso, su mirada atenta, la senbilidad intacta, el hombre acecha a través de su caña. Y espera. A veces lleva la caña para atrás y recoge, se adentra unos metros más en tan furiosa inmensidad y vuelve a lanzar con el ánimo de llegar siempre un poquito más atrás, detrás de la segunda rompiente, allí donde los peces grandes buscan a los pequeños. Cada tanto sale del agua, ubica la caña entre sus piernas y vuelve a encarnar y esto es siempre para festejar y renovar optimismos. Que desaparezca la carnada, aún pudiendo deberse simplemente a la marea y su fuerza, siempre es buen síntoma: quizás, quién sabe, algún pez jugó con astucia; quizás, quién lo pudiera confirmar, el viejo durmió.

En su séptimo tiro, más de dos horas después del primero, la luna en las alturas observándolo, el hombre siente algo extraño. De pronto, la regularidad de las olas se interrumpe, la caña suspende su típico movimiento. Él se pone alerta; más. Los lejanos pensamientos del pescador se sacuden, se borran como la espuma de la orilla, se desvanecen como el sonido de una ola que se rompe y vuelve a nacer. Las dos manos ahora toman la caña, la mente y los sentidos dispuestos a sentir el más mínimo movimiento, el más insignificante toque en la línea.

El toque que sintió podría llegar a ser de un pez, de un gran pez, aunque seguramente se trate de una ola, otra ola, que recién, y como hace minutos nada más, logre arremeter la plomada y con ella los dos anzuelitos y los pedazos de carnada que le cuelgan.

La vista en lo más alto de la caña de dos metros y medio complementan la sensibilidad de sus dedos. Pasan cinco, diez segundos y cuando la adrenalina del primer aparente pique de esta fría noche de abril pareciera casi extinguirse, nuevamente un sacudón, un leve pero inconfundible y preciso tuc tuc que el pescador siente a través de sus cayosas manos pero que recupercute y se expande por todas sus células, que lo invaden y lo llevan a actuar. No hay dudas, se responde el viejo en la orilla con los pantalones arremangados: es un pez y uno grande y hasta quizás inmenso. O eso pareciera decirse cuando la acción de tirar la caña furiosa y secamente para atrás se sucede.

A partir de ahí, el diálogo, la triste conversación entre el pescador y su presa.

El viento chilla, una ola rompe a metros nada más y lo salpica completamente, la caña se arquea, la punta, por ahora, resiste. Así pez engañado y hombre inician la lucha que decidirá sus suertes; la luna llena, espectadora de lujo de la contienda, observará desde arriba y cómplice callará y se irá para volver a acompañar al viejo mañana. Para volver a guiar al pez en la oscuridad de las profundidades. El pez seguirá pez o será pescado; el pescador tendrá su presa o sufrirá hambre. La lucha a simple vista puede ser desigual, pero el final, hasta que el hombre no tome el animal en sus manos, hasta que no lo asegure con el filo de su cuchilla, es irresolublemente incierto. El hombre lo sabe, la luna también. El pez, tironeado por una fuerza que no entiende, tan sólo apela a sus instintos. Como el hombre, apenas busca sobrevivir, seguir existiendo.

El hombre desarrolla todas sus mañas, recuerda sus experiencias pasadas. Con la mano izquierda trae ahora el hilo de a poco. El ruido de este enrrollándose en el reel rompe la monotonía; la mano derecha mueve la caña para arriba y para abajo suave pero constantemente. A veces la izquierda se detiene, el pez la obliga y así gana sus metros. El pescador cada vez más siente su peso, su viva potencia, su incontenible deseo de vida. Despacio, sabe que un golpe brusco puede romper la línea o el pez desprenderse de la trampa. Paciencia, se exige. De a poco el pez se acerca.

A metros de la posición del viejo, el primer contacto se sucede. El lomo plateado del animal que brilla con la luz de la luna se presenta y aunque el viejo no consigue verlo su presencia en la superficie confirma la pelea, le otorga materialidad. Él puede cortar la línea en cualquier momento, piensa, se preocupa, el pescador que muchas veces, aún sabiéndolo y por el dejarse llevar de la situación y de quién sabe qué misteriosa hormona o fuerza vital, ha forzado y apurado el final con la consecuencia lógica de la línea que se corta y el pez y el premio a sus largas horas de espera, a sus largas horas tirando y recogiendo, encarnando y trayendo una y otra vez, que se pierden. Si es la suerte o la habilidad, no lo sabe ni le importa, sólo intenta concentrarse y no errar. Y no volver a errar.

"La pesca es esto. La pesca en el mar es ver los los dibujitos cuando la olla llega y se va, y los globitos y la espuma en la arena, las nubes surcando los cielos y creando figuras inciertas, una gaviota flotando, suspendiéndose en el aire y cayendo de repente, y además, mirá si pescás algo". Eso cuando al viejo la poesía le fluye, que es seguido pero no siempre; otras veces la pesca es sólo paciencia y disfrutar del paisaje, cierto singular contacto con la naturaleza.

Así que esta vez no hay apuro, se insiste el viejo. El pez comienza a agotar sus fuerzas, la tensión del hilo lo expresa. La victoria está cerca, cada vez más. El animal segundos después se presenta extenuado encima del agua, flotando derrotado y el desenlace se decide por uno de los bandos. El viejo logra enrrollar toda la tanza y levanta su caña. Con sus manos grandes toma el hilo y observa al pez. Una pescadilla o una corvina de kilo, kilo y medio, o más. Una mano en la caña, la otra en la línea,el hombre gira y camina hacia sus cosas, se aleja finalmente del mar, y agarra uno de sus cuchillos más filosos.

El anzuelo clavó perfecto, piensa, al ver intacta la anchoa en el anzuelo más alejado de la plomada y el pequeño filo metálico apenas sosteniéndose en sus labios. La mano derecha entonces se levanta y vuelve a bajar con certeza y velocidad, no sin antes volver a observar al pez y sorprenderse por tamaña belleza, no sin antes alabar cientos de miles de millones de años de una curiosa evolución que él todos los días se pregunta si es cierta.

Ahora el pez no se mueve. El hombre lo toma por la cabeza, quita el anzuelito de su boca y lo arroja a una de sus bolsas vacías. Terminado el asunto, toma el trapo sucio que siempre lo acompaña y frota sus manos, algunas escamas se desprenden y caen al suelo. Mañana lo limpiará y lo asará en la parrilla o lo hervirá con papas y verduras de acuerdo a su deseo. Lo cierto es que aproximadamente a las 23.40 de la noche el hombre toma sus cosas: las anchoas que no usó de carnada, el trapo y la línea de respuesto, y se larga a caminar por la playa. Quinientos metros recorrerá hasta su casa, con la luna de compañera y un mar que con las olas pareciera querer decirle algo que aún no sabe bien qué.

viernes, 15 de marzo de 2013

Un culo




Un culo, ¿cuántas estrategias
alrededor de él?

Un culo, ¿cuántos celulares
observándolo,
filmándolo?
¿cuántos
flashes?

Cuántas miradas detenidas en él,
el mismísimo mundo detenido,
sólo sea por verlo a él,

En la tele lo vi ayer: era igual
en las revistas también
idéntico,
¿real?

Es un culo, hijo
dijo en la mesa papá
cuando tenía trece
o quince,
ya no sé

Es un culo, mamá
dijo el nene después
al colgar el poster
en la pared

Un culo... ¿cuántas estrategias
alrededor de él?

Cuántos controles impuestos,
cuánta subjetividad
aprisionada en él,
cuánta estética que vino
de dónde,
yo no sé

Cuántos miedos y temores,
cuánto sexo y basura circulándole
demarcándolo,
objetivándolo.

Un culo, ¿cuántas estrategias
alrededor de él?

jueves, 7 de marzo de 2013

La biología y sus injusticias o Chávez y una muerte altruista

Lo que le pasó a Hugo no le pasa a Honduras, no le pasa a Chile ni tampoco a Colombia. Le pasa a Venezuela, justo a Venezuela, corazón del cambio de paradigma que viven y sienten los pueblos latinoamericanos desde la asunción de Chávez en 1998. Le pasa a Hugo, figura indiscutible del despertar de la Patria Grande.

Le pasa también a Brasil, potencia en la región, primero a Lula y luego a Dilma, ambos afectados y desafiados por la misma enfermedad que el Comandante, por la misma azarosa biología. Le pasa a Paraguay, país dueño de la triple frontera, con Lugo y la misma afección. Más cerca, le pasó a Néstor, con el mismo triste final que el líder bolivariano, aunque en su caso fue el corazón el que no aguantó más, el corazón que de grande explotó, y dijo basta a una edad temprana. Le pasa, en suma, a los imprescindibles. A quienes, a pesar de no pocas e importantes diferencias ideológicas, obviémoslas por un segundo, integran un mismo bando político: el de la construcción de la unión latinoamericana y del rechazo a la concepción de Sudamérica como patio trasero del Imperio. Curiosamente –o no–, lo que le pasó a Hugo y a los presidentes mencionados no le pasa a los dictadores: ni a Pinochet en Chile, ni a Batista en Cuba, ni a Stroessner en Paraguay, ni a Videla acá… Le pasa a Hugo.

Y así la pregunta por la biología y sus razones surge inevitable: ¿por qué justo a Hugo, por qué justo en este momento (aunque ningún otro pudiera haber sido menos doloroso)? ¿Será la responsabilidad de ser líder; el peso y la carga del destino de un pueblo? ¿Será el resultado de tanta lucha, el resultado de toda una vida entregada a dar pelea, a dar batalla contra el enemigo? ¿O será el amor, el profundo amor por el continente entero y su pueblo; el ser capaz de sentir en lo más hondo cualquier injusticia cometida contra cualquiera y en cualquier parte del mundo? Hay un tema inédito de Silvio Rodríguez que dice: "Sé que todas las palabras con que le canto a la vida vienen con muerte también. Sé que el pasado me odia y que no va a perdonarme mi amor con el porvenir...". ¿Podrá estar allí la revancha de la biología?

En la enumeración la hipótesis paranoica se presenta, una más entre el montón, pero necesaria: ¿será el imperio, con sus artimañas? Lo advirtió el Che alguna vez: “Al Imperio no hay que creerle ni un tantico así” y vaya si tendrá razón. Cómo no preguntárselo si ya sucedieron los cientos de intentos de asesinato contra Fidel, iniciador de nuestras luchas, los cientos de bombardeos a la Isla. Y más recientemente: los fallidos intentos de Golpe contra la Revolución Bolivariana, los experimentos más mediáticos –pero no menos efectivos– del Puente Llaguno en 2002, lo sucedido en Honduras y Paraguay.

Lo único cierto es que es que el Comandante forma parte de la afortunada lista de aquellos que no se pertenecen, que viven en el pueblo y sus banderas por décadas y siglos, una lista inmensamente valorada, si lo sabremos acá donde muchos nacimos y fuimos construidos en el más absoluto individualismo y neoliberalismo. ¿Puede ser la razón de la biología su absoluto altruismo, su incondicional impersonalidad? ¿Su ser para otros? ¿Puede encontrar ahí su fundamento? “Yo no me pertenezco”, dijo Hugo Chávez Frías en 2009, puta si será cierto.

No es la primera vez que la biología se presenta esquiva. En Argentina conocemos bien el cáncer y quienes lo festejan. “Viva el cáncer”, escribieron alguna vez en una pared de Buenos Aires festejando la muerte de Evita, que moría con tan solo 33 años. Casualidad o no, “que viva Eva Perón, que viva la Patria, que viva el Che, carajo”, fue como se presentó el Comandante en la contra cumbre de 2005 en Mar del Plata, quizás buscando integrar las distintas corrientes de izquierda presentes en nuestro país, quizás interpretándolas.

Le tocó al Hugo, entonces. Al Hugo que distante en Venezuela siempre estuvo cerca. Que estuvo al lado de Diego, de nuestro Diego, que estuvo al lado de Néstor, "Néstor D’Artagnan Kirchner", según lo apodó con cariño en aquella cumbre, cuando dieron entierro al ALCA y lo mandaron alca alca al carajo, cono inmortalizó Chávez en esos tiempos.

Empezó solo, bien solo, algunos sospechaban si era verdad: ¿podía existir un militar socialista? Después tuvo compañía (Evo, Correa, Lula, Lugo, Néstor, entre varios) y pudo hacerse líder, decir con precisión todo lo que otros callaban. Diferencias ideológicas abismales lo separaban y separaron con sus pares, pero el enemigo, sabía, era uno sólo y estaba en el Norte, allá arriba. Allí estaba el Diablo. Mr Deinger.

Es que fue el único que después de Fidel tuvo la claridad y la valentía para decirlo todo, para clarificar procesos y personajes. Digo: para decirlo todo de frente y a los poderosos, sin vueltas ni pudores ni miramientos. La introducción en el lenguaje de una nueva palabra, de un nuevo concepto, se presenta como una síntesis de su inmensa tarea: el Socialismo del Siglo Veintiuno, que resume la necesidad de avanzar hacia el socialismo genuinamente, sin definiciones dogmáticas ni recetas, con tan sólo –lo que no quiere decir poco– el anhelo de una sociedad más justa. La necesidad, en fin, de crear algo nuevo.

Hugo no daba vueltas: no hay tintas medias, no hay tercera vía, se trata del “socialismo o la barbarie”. Se trata, nuevamente, de una vieja y simple dicotomía por momentos olvidada y enterrada: “Capitalismo o muerte”. 

Y así se fue, injustamente, un Chávez que reconocía en Perón uno de los grandes líderes de Latinoamérica y una raíz poderosa en la lucha contra el imperialismo, aunque sabía, ¡vaya si lo sabía!, este último no hablaba de la construcción de ningún socialismo ni lo pretendía pero hasta allí iba para hallar las raíces y desenterrarlas de a poco. 

A diferencia del líder peronista, Chávez se fue por la puerta grande, se fue y dejó a su pueblo con un proyecto, con un modelo y un rumbo preciso, con un socialismo que profundizar: “Si algo ocurriera, mi opinión firme y plena, irrevocable, absoluta, total, es que ustedes elijan a Nicolás Maduro como presidente de la República Bolivariana”. Perón, nuestro Perón, en cambio y en el 74, cuando tuvo que elegir un sucesor, sólo dijo: “Mi único heredero es el pueblo” y nos dejó a Isabelita en el poder y a López Rega actuando entre las sombras.


lunes, 4 de marzo de 2013

El viejo de la estación

Todos los días él se levanta, se pone los zapatos negros, pantalón de vestir y camisa y camina hasta la estación. Meticulosamente, ocupa el mismo lugar en la sala de espera de los colectivos. El mismo asiento, el mismo sitio: el quinto de la primera fila. Verde. Allí pasa todo el día, observando fijamente las pantallas donde figuran los arribas y las partidas, las horas y los segundos. El mismo televisor cotidianamente observa. Uno de los tres de la sala. El mundo entero, personas y pasajeros, se mueve a su alrededor, la vida misma transcurre, días y años, mientras él permanece inmóvil, fija su mirada. Los números le interesan. Parece ser lo único que tiene sentido para él. Números y distancias, horarios y llegadas tarde. No hay trayecto que no sepa, itinerario que no conozca. El frenesí y la abstracción de su mirada exteriorizan su esfuerzo por abarcarlo todo, por memorizar cada uno de esos detalles. ¿Por encontrar la regla, la norma? El viejo piensa que detrás de las cifras y letras que se renuevan hay un mensaje, un código que sólo él nota y puede descifrar. Una regla, una norma, no sabe bien qué, pero espera encontrar lo que allí se esconde; encontrar una regularidad que signifique algo, que le signifique algo. Un coche que desaparece, un conductor que cambia, un colectivo que se retrasa o no llega, diez, quince minutos, horas... Todas preguntas que no puede resolver. Muecas extrañas y frases inteligibles expresan su intento de darle coherencia a lo aleatorio, de hallar una extraña razón donde parece no haberla.

lunes, 25 de febrero de 2013

De corvinas y pejerreyes


Rafael: "Son monstruos del océano, esa es la verdad,
pero los necesitamos. Todavía el agua no está contaminada"
Pablo: "En una tarde el otro día saqué 18 pescados, hoy ninguno.
Pero hay que tener paciencia, nada más que paciencia"







Daniel: "La verdad verdad no sale nada, pero decime,
¿qué mejor que pasar una tarde acá, al lado del mar?"

Escollera de  Montevideo, Uruguay

sábado, 23 de febrero de 2013

Minorías

(traído de acá, dos o tres años atrás)

Cuando el travesti me gritó "Papi, te hago de todo" me quedé perplejo. Ni siquiera me di vuelta. Continué mi compra en el chino y por un momento me olvidé si había venido a comprar leche, manteca o café. La señorita no insistió con palabras, pero relojeó sin estupor cuando pasó a mi lado, apretaditos los dos en la góndola de lácteos. La señorita se llevaba el mundo por delante y no tenía gracia al caminar, sino una espalda importante y unos tacos que la hacían casi de dos metros. 

Otro día, esa misma chica que vivía en frente del super chino, jugó una segunda estrategia y dijo, con un tono que intentaba ser sensual y a la vez cómico: "Por 10 la podemos pasar bien". 10 eran 10 pesos y yo estaba pagando y ella detrás, en la fila. Recordé la anterior situación y esta vez voltié y le sonreí. Y creo que se puso contenta, porque ya nunca más me dijo nada ni me fulminó con su mirada.

Quizá era solo eso: superar esa ignorancia atroz y terrible; esas miradas que se esconden y pretenden hacer ojos ciegos de lo distinto que hay al rededor. "Mirame, hice de mí esto, no tengo problema en decirlo y menos en tener voz de Cacho y piernas de jugador de fútbol", quizá quiso decir. "Mirame, y sabete esto: las minorías existen", y están a la vuelta de tu casa.

domingo, 17 de febrero de 2013

Respuesta bajón

(En respuesta a Respuesta de un amigo sereno)

Querido Rober, el mejor de los consejeros:

Después de tantas idas y vueltas, Martita ya dejó de ser lo que era.

Dejó de ser esa planta esbelta, verde bien verde, que crecía locamente en busca del cielo. Ahora, debo decirlo, el loco soy yo. Y mis amigos.

Y de eso no me quejo, claramente. Sin embargo, siento un vacío, una especie de soledad sin Martita. Ya no me despierto todos los días pensando en ella, ya no me despierto y la veo, contenta y creciendo en el patio, a través de los grandes ventanales que supongo recordarás -sí, esos que rompíamos jugando al fútbol y astillábamos sin piedad pelotazo tras pelotazo, ¡cómo no acordarse de los insultos de mi vieja!-. Ya no me despierto y pienso en que debo cuidarla y quizás ponerle un palito al lado que le diga cuál es el camino correcto. En que debo regarla cuando note tristes sus hojas, secas sus raíces. No, nada de eso. Ahora me levanto tarde, a veces medio manija, a veces medio fisura y eso es todo. Martita aunque la busque no está afuera en el jardín. Está en un cajón, escondida y triste en la oscuridad y, bueno, obviamente muerta. Sin vida.

Sí, sé que me vas a reprochar cierta histeriquez (¿acaso no es esto lo que quería? me dirás con algo de razón), pero es lo que me pasa. De alguna extraña manera, la extraño. Ahora que no está, la quiero; la necesito.

Cuando veo el tarro en que ahora está toda comprimida, al vacío y tapada, quemada, seca y sin vida, me pregunto si es que no fui un egoísta, si es que no pensé sólo en mí mismo; Martita también era feliz, Martita me regalaba su olor, color y belleza sin pedir nada a cambio; me daba mucho. Demasiado.

Martita, acaso a veces pienso, se merecía otro final...

Y ahora, debo decirte, estoy re loco. Así que me voy a comer algo y te escribiré en otro momento. No sé cómo puedo quedarme escribiendo sobre Martita y su ser ahora que no está, es como si ella ha sabido y logrado avanzar en todas mis dimensiones, ocupar todos mis espacios mentales. No sé cómo pudo haber pasado, pero está sucediendo, Migue, está sucediendo y el desenlace es incierto.

Totalmente incierto.

Además me cuesta armar estas oraciones y a veces dudo si lo que escribo está bien, si lo que escribo está mal, a veces dudo si mandártelo, si siquiera decírtelo. O es que no hay bien ni hay mal, me correrás por izquierda.

O peor: me cuelgo con la ventana, las estrellas y el mañana. Terrible, Rober, terrible. Te extraño a vos también Rober, esa es la verdad. A vos y a los pibes.

Espero con ansias tu respuesta. Y venite cuando quieras.

A Martita -a esta Martita- podemos compartirla.

Por siempre, Migue.

martes, 5 de febrero de 2013

Isidro Velázquez, el bandolerismo y las formas pre-revolucionarias

Imágen del documental "El último sapucai"

¿Cómo interpretar sociológica y políticamente la figura de un bandolero social? ¿Cómo interpretar  socialmente el enfrentamiento de un sólo individuo con toda la institución policial de una provincia del interior y la supervivencia de aquel durante siete largos años? ¿Cómo su desafío a las autoridades y cómo la solidaridad que logra despertar en los sectores populares y rurales y que logra mantenerlo vivo? ¿Es Isidro Vélazquez sólo un campesino rebelde o es algo más? ¿Qué, para el caso?

Nadie sabe a ciencia cierta por qué Velázquez comenzó a ser perseguido por la justicia, lo único indiscutible es que en 1961 es detenido en Chaco y meses después logra fugarse de la comisaría. A partir de allí y con sus 32 años, "este correntino comienza una vida fuera de la ley y durante más de seis años tiene en jaque a toda la policía provincial".

Sin embargo, no importa tanto qué es lo que hicieron Velázquez y su compañero Gauna para desentrañar su figura, sino en lo que aquel se convirtió: "El origen de la violencia policial desatada contra Velázquez es oscuro".

Antes y después, muchos otros en la misma situación. Hobsbawn, en Rebeldes Primitivos, sostiene que el origen de un bandolero es casi siempre una injusticia o una agresión personal a un campesino: "El Estado se interesa por un campesino debido a alguna pequeña infracción de la ley, y éste se echa al campo porque no sabe lo que hará con él un sistema que ni conoce a los campesinos ni los entiende y al que los campesinos no entienden tampoco".

Es el caso de Isidro.

La rápida popularidad en los estratos más pobres de la población hizo de Vélazquez algo más que un delincuente común. Para las masas rurales que lo apoyaron y le dieron escondite, este bandolero capaz de evadir la ley, fue una especie de héroe popular, incluso portador de poderes mágicos (dicen, afirman, que su mirada paralizaba, que su pañuelo de cuatro puntas le indicaba de dónde vendría la patrulla, que su sapucai inmovilizaba y quién sabe cuántas cosas más).


Así, Velázquez fue sujeto de canciones y chamarritas. Él expresaba en acciones lo que muchos sentían pasivamente. ¿Cómo no identificarse con aquel perseguido por la policía, la institución encargada de mantener el orden colonial, el orden que los oprime y explota cotidiana y brutalmente?

El libro mencionado
A través de su libro Isidro Velázquez, Formas prerevolucionarias de la violencia, el sociólogo Roberto Carri busca recuperar su figura a un año de su muerte (el libro fue publicado en 1968) y cuestionar algunos términos y conceptos. "A los Velázquez, igual que a los que en la historia fueron derrotados por la oligarquía, se los observa con simpatía pero se los subestima en cuanto a su capacidad real. Son el pasado y la revolución no pasa por ellos, ni por ellas. Creo que ese planteo es fundamentalmente equivocado", escribe en el prólogo del libro de unas pocas páginas pero que parecieran ser cientas.

En un contexto político agitado, donde la Revolución no era sólo posible en América Latina sino esperable, se trataba de reivindicar una figura que como otras era -¿y es?- vista como primitiva por la academia pero también, y quizás esta es su mayor ruptura, por el sentido común, que a veces puede ser el menos común de los sentidos: "¿No son los delincuentes, en su particular desconocimiento de la ley, los verdaderos políticos de la reformulación social?", se pregunta. Carri, en cambio, ve en este bandolero la rebeldía más pura y genuina. ¿Cómo no detener la mirada allí? ¿Cómo no hacerlo para quienes tienen una verdadera perspectiva crítica y transformadora?

Aún con todas sus limitaciones, y "aunque frente al moderno imperialismo estas rebeliones estén destinadas a fracasar, no pueden ser desmerecidas en su contenido y mucho menos ignoradas por los modernos políticos interesados en cambiar el orden de las cosas", Isidro no importa cómo despierta la solidaridad popular, es ayudado y sus hazañas contadas y festejadas por los trabajadores rurales: "Al rechazar la rígida e inmutable sumisión del nativo concita inmediatamente toda la simpatía popular".

Como Robin Hood, Velázquez retribuye esa solidaridad con dinero y las recompensas ofrecidas por la Sociedad Rural del Chaco y el gobierno provincial resultan inútiles. Al pegar los carteles pidiendo por su entrega, al otro día amanecen cortados o con nuevas insignias: "Velázquez no será entregado". Esa es la proclama. El motivo de su leyenda, el apoyo que concita.

Desprecio y desconocimiento a la legalidad, dos cosas que lo unen con el pueblo.

Volvamos: Carri a sus 28 años y crítico de lo que él denomina como bandolerismo sociológico, así como de las corrientes que poco sirven para interpretar la realidad nacional, rechaza el evolucionismo histórico "calcado de Europa y los Estados Unidos, que hace aparecer como primitivas o prepolíticas a las clases que justamente por ser las más explotadas por el neoimperialismo son las más modernas, las más avanzadas, las únicas para las cuales la superación del sistema imperialista es un problema vital".

Herbert Marcuse, de la escuela de Frankfourt, autor de entre otras obras "El Hombre Unidimensional", había dicho que ya no era el proletariado industrial quien debía encabezar la Revolución: aquel había sido integrado al sistema y ahora tiene mucho más que perder, no sólo sus cadenas. Así, Carri acompaña este planteo y dirige la mirada en el proletariado total, de los cuales Velázquez aparece casi como un fiel representante.

Centrándose en Isidro pero queriendo hablar de los tantos bandoleros anónimos, Carri busca reivindicarlos: Isidro Velázquez, reconoce, no fue un revolucionario, pero sí un rebelde, y no uno primitivo, rechazando la categoría de Hobsbawn y criticándole su mirada peyorativa y racionalista sobre estos bandoleros sociales. Si bien comparte con este último autor mucho de sus argumentos, enfatiza una ruptura; si bien coinciden en las limitaciones obvias de un bandolero (su absoluto individualismo, su vulnerabilidad ante una persecución sistemática, en fin, su aislamiento), allí donde Hobsbawn ve salvajismo, Roberto Carri ve grandeza: "...porque expresa que, de la sociedad oficial y sus políticos el pueblo no puede, y siente que no puede, esperar nada".

Para repetir: como dice el título: formas pre-revolucionarias, pero no primitivas.

Ni salvajes.

Ni pre-políticas.

La esperanza de cambio hay que encontrarla, parece seguir a Marcuse, en la pobreza más pobre, allí donde las miradas académicas y positivistas no se dirigen; para transformar la sociedad el partido político moderno, la organización en sindicatos no deben ser -ni son- las únicas herramientas para el cambio social.

Siendo optimista: en el más puro desconocimiento de la ley hay una legalidad naciente.

Horacio González anota en el prólogo del libro que para el autor "los episodios de bandolerismo protagonizados por Velázquez anticipaban las luchas de los pueblos coloniales y dependientes contra el imperialismo, y -ya sé- hoy no tenemos dónde situar una frase así, derrotada por el contexto al que sólo escapan las frases clásicas o las frases trágicas".

Pero vale su (re)lectura.

Continuando la historia de Isidro, fue finalmente en 1967 que cayó a manos de la policía, emboscado en uno de los caminos que lo llevaban al asalto del Banco Nación, su próximo y ambicioso objetivo. Fue, en ese entonces, el periodismo el encargado de jugarle la mala pasada haciéndole llegar por los diarios que las autoridades creían que su ubicación era otra. Sólo así pudieron derrotarlo, confiado en un aparente fácil triunfo. Poco tiempo antes, el llamado Operativo Silencio, que había contado con 800 efectivos, había sido rebautizado por las gentes del Chaco como Operativo Fracaso.

Velázquez para ese entonces, y como dijimos, era más que un delincuente común. Identificado con el pueblo, su clandestinidad y burlas a la policía -cuentan que dejaba cartas en los sitios donde sabía irían a buscarlo en vano, entre otras cosas- lo habían convertido en un ejemplo peligroso para unos; un símbolo para otros.

Una resistencia.

Tras su captura y muerte el 1° de diciembre de 1967, a pesar de las prohibiciones desfiles populares se sucedieron y la fecha fue convertida en feriado por las autoridades "como un triunfo del orden contra la anarquía y la barbarie". Como una revancha, una venganza o un aviso, el día se convierte en el de la Policía del Chaco.

"Ya no está Isidro Velázquez,
la brigada lo ha alcanzado,
y junto a Vicente Gauna,
hay dos sueños sepultados" 
(El último sapucai, chamamé de Oscar Valles)

Roberto Carri figura entre las páginas del Nunca Más. Fue desaparecido en 1977. El libro Isidro Velázquez, Formas prerevolucionarias de la violencia fue escrito a los apurones, apremiado por el contexto agitado de la época y por el primer aniversario de la muerte de Velázquez, en 1968.

"Las rebeliones espontáneas de sectores del pueblo, formas violentas de protesta que no adoptan manifiestamente un contenido político pero que indudablemente lo tienen".



miércoles, 2 de enero de 2013

La dupla, papá

Uno de los primeros partidos de la dupla: te fuiste por la derecha, pasaste a uno en velocidad y lanzaste una pelota tres dedos, quién lo hubiera dicho, como adivinando o viendo de reojo que yo iba a estar ahí, esperando el balón para enviarlo a la red y poner el 1 a 0 que significaba ponerse 2 a 0 arriba en la promoción para ascender y casi que sentenciar el destino del encuentro. Y sí, efectivamente ahí estaba y de una le di y la pelota pidió red y el arquero nada pudo hacer. Tremendo fue nuestro debut. Prometedor.

El partido después no importa. Se sabe que nos lo empataron y toda la alegría de nuestros goles se esfumó en minutos, pero no importa. La dupla queda, era una señal. Un aviso.

Después seguimos bien, ahí anduvimos. Está claro que vos pusiste la elegancia y yo, bueno, un poco de molestia para los defensores y no mucho más, algo de potencia y trabajo sucio, pero anduvimos, anduvimos. Por momentos. Por ráfagas.



En el campeonato empezamos bien. Contra OSDE, (equipo que saldría campeón, dato importante), ganaríamos el mejor partido del torneo. Me acuerdo perfecto los dos goles que nos dieron el 2 a 0 que por suerte esta vez no pudieron darlo vuelta aunque terminamos sufriendo 2 a 1, como acostumbramos... En el primero, yo bajé hasta el medio, recibí y toqué para el Maxi y este te la tiró a vos que estabas al borde del área acechando. La pelota la retuviste, te quedó picando y le diste fuerte de volea, sin chances para el arquero. Uno a cero y a cobrar. Ya en el segundo tiempo, ellos se venían. Te quedó una en el medio, la línea de defensores adelantada, te la pedí, me la tiraste y me fui, me fui para tocar suave ante la salida del portero que venía a llevarse pelota y jugador y todo lo que necesitase, rodilla y rival, para evitar el gol.

Pero no todo fue triunfo ni pases gol. En otro partido empezamos abajo, jugando mal, sin crear una sóla jugada. Recién en los últimos minutos del partido, extrañamente me fui a jugar de volante por izquierda, mandé al Maxi a acompañarte ahí arriba y sin embargo el gol llegó por nuestro lado. Replegados todos ellos en el área, venías entrando, te la pedí y abriste hacia la izquierda. Ahí le podría haber pegado de una, con cara interna, pero no, deliré unos segundos y por suerte la pelota entró algo sucia pero efectiva al ladito del arquero. Uno a uno y festejo como casi una victoria. Para los que dicen que los empates no se festejan... demostramos que sí, y cómo.

Así que sin derrotas, empezamos peleando bien arriba en la tabla.

En uno de los partidos claves, contra el que en ese momento era el puntero (Las Pastillas...), no llegábamos claros pero estábamos ahí, cerquita. El rival no lastimaba y estábamos bien parados de contra. Se tenía que dar. Ahí me quedó una pelota en el medio, y te la tiré para adelante -mal, es cierto- pero corriste, corriste con furia y estilo para adelante y con un toque suave al segundo palo sentenciaste el 1 a 0 contra el puntero. Nada pudo hacer el arquero, viejo conocido. Gran resultado para el equipo y gran festejo de los muchachos. Y otro de los goles que marcaron el año.

También, cómo no rendir si teníamos a la bestia del Botta ahí cortando todo lo que pasaba por el medio y jugando todo lo que se recuperaba:


Ni que hablar del Maxi, que aportó como es su sana costumbre garra, corazón y claro está, esa zurda mágica que nos dio el campeonato del famoso quinto año.


Y el Sabu que de ocho puso el huevo y el juego que nos venía faltando, esquivando rivales como postes y recibiendo lindas patadas.




Estaba claro desde el principio: si abajo no cometíamos errores, si Pipa en el arco andaba con ganas, si Amaya una sacaba, si el medio ponía lo que había que poner y jugaba lo que había que jugar, si vos presionabas como sabías y yo podía devolver al menos una pelota, el equipo rendía. Y jugaba.



Aún lejos de la punta, con resultados injustos y quizá no tanto fútbol por momentos, finalmente llegó el partido. Goleada 4 a 0 a un rival flojo pero que se mantuvo en la categoría eliminando a uno de los equipos promesas. Las fotos lo dicen todo: control de pelota, juego, toque, centro, cabeza y gol. Fiesta.


No hemos salido campeones, no hemos recibido siquiera medalla, algún reconocimiento, pero el equipo fue un equipo y cuando ganamos fue por eso, más allá de las individualidades que mucho no tenemos. Eso es lo más lindo. Hemos recibido algún que otro codazo,


los años nos han pasado factura,

 
pero la magia, aunque a veces cueste, ahí está: en el equipo, sudor y corazón, unidos en el césped.