Después seguimos bien, ahí anduvimos. Está claro que vos pusiste la elegancia y yo, bueno, un poco de molestia para los defensores y no mucho más, algo de potencia y trabajo sucio, pero anduvimos, anduvimos. Por momentos. Por ráfagas.
Pero no todo fue triunfo ni pases gol. En otro partido empezamos abajo, jugando mal, sin crear una sóla jugada. Recién en los últimos minutos del partido, extrañamente me fui a jugar de volante por izquierda, mandé al Maxi a acompañarte ahí arriba y sin embargo el gol llegó por nuestro lado. Replegados todos ellos en el área, venías entrando, te la pedí y abriste hacia la izquierda. Ahí le podría haber pegado de una, con cara interna, pero no, deliré unos segundos y por suerte la pelota entró algo sucia pero efectiva al ladito del arquero. Uno a uno y festejo como casi una victoria. Para los que dicen que los empates no se festejan... demostramos que sí, y cómo.
Así que sin derrotas, empezamos peleando bien arriba en la tabla.
En uno de los partidos claves, contra el que en ese momento era el puntero (Las Pastillas...), no llegábamos claros pero estábamos ahí, cerquita. El rival no lastimaba y estábamos bien parados de contra. Se tenía que dar. Ahí me quedó una pelota en el medio, y te la tiré para adelante -mal, es cierto- pero corriste, corriste con furia y estilo para adelante y con un toque suave al segundo palo sentenciaste el 1 a 0 contra el puntero. Nada pudo hacer el arquero, viejo conocido. Gran resultado para el equipo y gran festejo de los muchachos. Y otro de los goles que marcaron el año.
También, cómo no rendir si teníamos a la bestia del Botta ahí cortando todo lo que pasaba por el medio y jugando todo lo que se recuperaba:
Ni que hablar del Maxi, que aportó como es su sana costumbre garra, corazón y claro está, esa zurda mágica que nos dio el campeonato del famoso quinto año.
Y el Sabu que de ocho puso el huevo y el juego que nos venía faltando, esquivando rivales como postes y recibiendo lindas patadas.
Estaba claro desde el principio: si abajo no cometíamos errores, si Pipa en el arco andaba con ganas, si Amaya una sacaba, si el medio ponía lo que había que poner y jugaba lo que había que jugar, si vos presionabas como sabías y yo podía devolver al menos una pelota, el equipo rendía. Y jugaba.
No hemos salido campeones, no hemos recibido siquiera medalla, algún reconocimiento, pero el equipo fue un equipo y cuando ganamos fue por eso, más allá de las individualidades que mucho no tenemos. Eso es lo más lindo. Hemos recibido algún que otro codazo,
los años nos han pasado factura,
pero la magia, aunque a veces cueste, ahí está: en el equipo, sudor y corazón, unidos en el césped.
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