viernes, 15 de marzo de 2013

Un culo




Un culo, ¿cuántas estrategias
alrededor de él?

Un culo, ¿cuántos celulares
observándolo,
filmándolo?
¿cuántos
flashes?

Cuántas miradas detenidas en él,
el mismísimo mundo detenido,
sólo sea por verlo a él,

En la tele lo vi ayer: era igual
en las revistas también
idéntico,
¿real?

Es un culo, hijo
dijo en la mesa papá
cuando tenía trece
o quince,
ya no sé

Es un culo, mamá
dijo el nene después
al colgar el poster
en la pared

Un culo... ¿cuántas estrategias
alrededor de él?

Cuántos controles impuestos,
cuánta subjetividad
aprisionada en él,
cuánta estética que vino
de dónde,
yo no sé

Cuántos miedos y temores,
cuánto sexo y basura circulándole
demarcándolo,
objetivándolo.

Un culo, ¿cuántas estrategias
alrededor de él?

jueves, 7 de marzo de 2013

La biología y sus injusticias o Chávez y una muerte altruista

Lo que le pasó a Hugo no le pasa a Honduras, no le pasa a Chile ni tampoco a Colombia. Le pasa a Venezuela, justo a Venezuela, corazón del cambio de paradigma que viven y sienten los pueblos latinoamericanos desde la asunción de Chávez en 1998. Le pasa a Hugo, figura indiscutible del despertar de la Patria Grande.

Le pasa también a Brasil, potencia en la región, primero a Lula y luego a Dilma, ambos afectados y desafiados por la misma enfermedad que el Comandante, por la misma azarosa biología. Le pasa a Paraguay, país dueño de la triple frontera, con Lugo y la misma afección. Más cerca, le pasó a Néstor, con el mismo triste final que el líder bolivariano, aunque en su caso fue el corazón el que no aguantó más, el corazón que de grande explotó, y dijo basta a una edad temprana. Le pasa, en suma, a los imprescindibles. A quienes, a pesar de no pocas e importantes diferencias ideológicas, obviémoslas por un segundo, integran un mismo bando político: el de la construcción de la unión latinoamericana y del rechazo a la concepción de Sudamérica como patio trasero del Imperio. Curiosamente –o no–, lo que le pasó a Hugo y a los presidentes mencionados no le pasa a los dictadores: ni a Pinochet en Chile, ni a Batista en Cuba, ni a Stroessner en Paraguay, ni a Videla acá… Le pasa a Hugo.

Y así la pregunta por la biología y sus razones surge inevitable: ¿por qué justo a Hugo, por qué justo en este momento (aunque ningún otro pudiera haber sido menos doloroso)? ¿Será la responsabilidad de ser líder; el peso y la carga del destino de un pueblo? ¿Será el resultado de tanta lucha, el resultado de toda una vida entregada a dar pelea, a dar batalla contra el enemigo? ¿O será el amor, el profundo amor por el continente entero y su pueblo; el ser capaz de sentir en lo más hondo cualquier injusticia cometida contra cualquiera y en cualquier parte del mundo? Hay un tema inédito de Silvio Rodríguez que dice: "Sé que todas las palabras con que le canto a la vida vienen con muerte también. Sé que el pasado me odia y que no va a perdonarme mi amor con el porvenir...". ¿Podrá estar allí la revancha de la biología?

En la enumeración la hipótesis paranoica se presenta, una más entre el montón, pero necesaria: ¿será el imperio, con sus artimañas? Lo advirtió el Che alguna vez: “Al Imperio no hay que creerle ni un tantico así” y vaya si tendrá razón. Cómo no preguntárselo si ya sucedieron los cientos de intentos de asesinato contra Fidel, iniciador de nuestras luchas, los cientos de bombardeos a la Isla. Y más recientemente: los fallidos intentos de Golpe contra la Revolución Bolivariana, los experimentos más mediáticos –pero no menos efectivos– del Puente Llaguno en 2002, lo sucedido en Honduras y Paraguay.

Lo único cierto es que es que el Comandante forma parte de la afortunada lista de aquellos que no se pertenecen, que viven en el pueblo y sus banderas por décadas y siglos, una lista inmensamente valorada, si lo sabremos acá donde muchos nacimos y fuimos construidos en el más absoluto individualismo y neoliberalismo. ¿Puede ser la razón de la biología su absoluto altruismo, su incondicional impersonalidad? ¿Su ser para otros? ¿Puede encontrar ahí su fundamento? “Yo no me pertenezco”, dijo Hugo Chávez Frías en 2009, puta si será cierto.

No es la primera vez que la biología se presenta esquiva. En Argentina conocemos bien el cáncer y quienes lo festejan. “Viva el cáncer”, escribieron alguna vez en una pared de Buenos Aires festejando la muerte de Evita, que moría con tan solo 33 años. Casualidad o no, “que viva Eva Perón, que viva la Patria, que viva el Che, carajo”, fue como se presentó el Comandante en la contra cumbre de 2005 en Mar del Plata, quizás buscando integrar las distintas corrientes de izquierda presentes en nuestro país, quizás interpretándolas.

Le tocó al Hugo, entonces. Al Hugo que distante en Venezuela siempre estuvo cerca. Que estuvo al lado de Diego, de nuestro Diego, que estuvo al lado de Néstor, "Néstor D’Artagnan Kirchner", según lo apodó con cariño en aquella cumbre, cuando dieron entierro al ALCA y lo mandaron alca alca al carajo, cono inmortalizó Chávez en esos tiempos.

Empezó solo, bien solo, algunos sospechaban si era verdad: ¿podía existir un militar socialista? Después tuvo compañía (Evo, Correa, Lula, Lugo, Néstor, entre varios) y pudo hacerse líder, decir con precisión todo lo que otros callaban. Diferencias ideológicas abismales lo separaban y separaron con sus pares, pero el enemigo, sabía, era uno sólo y estaba en el Norte, allá arriba. Allí estaba el Diablo. Mr Deinger.

Es que fue el único que después de Fidel tuvo la claridad y la valentía para decirlo todo, para clarificar procesos y personajes. Digo: para decirlo todo de frente y a los poderosos, sin vueltas ni pudores ni miramientos. La introducción en el lenguaje de una nueva palabra, de un nuevo concepto, se presenta como una síntesis de su inmensa tarea: el Socialismo del Siglo Veintiuno, que resume la necesidad de avanzar hacia el socialismo genuinamente, sin definiciones dogmáticas ni recetas, con tan sólo –lo que no quiere decir poco– el anhelo de una sociedad más justa. La necesidad, en fin, de crear algo nuevo.

Hugo no daba vueltas: no hay tintas medias, no hay tercera vía, se trata del “socialismo o la barbarie”. Se trata, nuevamente, de una vieja y simple dicotomía por momentos olvidada y enterrada: “Capitalismo o muerte”. 

Y así se fue, injustamente, un Chávez que reconocía en Perón uno de los grandes líderes de Latinoamérica y una raíz poderosa en la lucha contra el imperialismo, aunque sabía, ¡vaya si lo sabía!, este último no hablaba de la construcción de ningún socialismo ni lo pretendía pero hasta allí iba para hallar las raíces y desenterrarlas de a poco. 

A diferencia del líder peronista, Chávez se fue por la puerta grande, se fue y dejó a su pueblo con un proyecto, con un modelo y un rumbo preciso, con un socialismo que profundizar: “Si algo ocurriera, mi opinión firme y plena, irrevocable, absoluta, total, es que ustedes elijan a Nicolás Maduro como presidente de la República Bolivariana”. Perón, nuestro Perón, en cambio y en el 74, cuando tuvo que elegir un sucesor, sólo dijo: “Mi único heredero es el pueblo” y nos dejó a Isabelita en el poder y a López Rega actuando entre las sombras.


lunes, 4 de marzo de 2013

El viejo de la estación

Todos los días él se levanta, se pone los zapatos negros, pantalón de vestir y camisa y camina hasta la estación. Meticulosamente, ocupa el mismo lugar en la sala de espera de los colectivos. El mismo asiento, el mismo sitio: el quinto de la primera fila. Verde. Allí pasa todo el día, observando fijamente las pantallas donde figuran los arribas y las partidas, las horas y los segundos. El mismo televisor cotidianamente observa. Uno de los tres de la sala. El mundo entero, personas y pasajeros, se mueve a su alrededor, la vida misma transcurre, días y años, mientras él permanece inmóvil, fija su mirada. Los números le interesan. Parece ser lo único que tiene sentido para él. Números y distancias, horarios y llegadas tarde. No hay trayecto que no sepa, itinerario que no conozca. El frenesí y la abstracción de su mirada exteriorizan su esfuerzo por abarcarlo todo, por memorizar cada uno de esos detalles. ¿Por encontrar la regla, la norma? El viejo piensa que detrás de las cifras y letras que se renuevan hay un mensaje, un código que sólo él nota y puede descifrar. Una regla, una norma, no sabe bien qué, pero espera encontrar lo que allí se esconde; encontrar una regularidad que signifique algo, que le signifique algo. Un coche que desaparece, un conductor que cambia, un colectivo que se retrasa o no llega, diez, quince minutos, horas... Todas preguntas que no puede resolver. Muecas extrañas y frases inteligibles expresan su intento de darle coherencia a lo aleatorio, de hallar una extraña razón donde parece no haberla.