domingo, 11 de noviembre de 2012

El Trinche, un nombre de extraña sonoridad

El Trinche, uno de los siete hijos de un inmigrante yugoslavo
Del Trinche no hay videos, casi no hay imágenes. No hay goles ni figuran sus gambetas. Del Trinche no hay, casi, archivo alguno; ni en diarios ni revistas. Sobreviven apenas unos recortes viejos y amarillos en alguna vieja biblioteca de una redacción antigua... Pero tampoco hacen falta. Porque el Trinche, en Rosario, es leyenda.

En la capital del fútbol de Argentina, el Trinche vive en cada bar, en cada discusión sobre fútbol. El Trinche no necesita de video alguno, vive en las calles rosarinas, puro recuerdo, pura nostalgia. Su nombre nadie lo recuerda, pero no importa: como él no hubo ni habrá ninguno. Sí el apellido: el trinche Carlovich, con "c" o con "k", con acento en la última sílaba, carlovich, o en la del medio, carlóvich, no importa. El nombre cambia pero no la cosa.

Vive en las paredes
Tampoco hay coincidencias en su manera de jugar ni en sus goles, pero todos acuerdan dos cosas: primero, que el Trinche es el mejor, y segundo: que si hay alguien hoy que se le pueda parecer, ese es Juan Román Riquelme.

En las calles principales de la Ciudad, todos lo saben, hasta los más pequeños: no hubo ni habrá nadie como él. Hasta los ciegos parecieran saberlo y estar completamente fuera de duda: "¿Como el Trinche? Imposible". Ni Messi se le compara, afirman quienes lo vieron jugar. O sea todos. Ni Maradona tenía sus movimientos. Es que el Trinche, si hubiese querido, podría haber sido el mejor de todos los tiempos. Pero no quiso. Eso se dice: que no quiso. Y eso, al revés de disminuirlo, lo hace más grande.

Enorme.

Gigante.

"Eligió otro camino, qué se le va a hacer", repiten sus fanáticos que son los fanáticos del fútbol potrero y de la pelota de cuero. "Para el Trinche el fútbol no era un negocio, jugaba para divertirse, jugaba por pasión, algo que hoy no existe". Poca o nula disciplina, llegadas tarde a los entrenamientos, jamás una concentración y disfrutar del partido, eso es el Trinche: "Jugador de potrero, típico jugador de barrio, de calle de tierra".




Olvidado por los grandes libros, por los grandes diarios, el ídolo rosarino cuenta con un extraño mérito: es quizás el único emblema que une tanto a leprosos como canallas, algo que no es fácil... Como señala Menotti, rosarino y referente de la corriente del buen fútbol en el país, "el Trinche forma parte de la iconografía de la Ciudad".

Es curioso: el mejor de todos los tiempos para Rosario, para todos esos viejos que respiran fútbol, no se lució en Europa, no jugó mundiales en Japón ni viajó por el mundo, no, nada de eso. El Trinche se lució acá; un sólo partido jugó en Primera, con la camiseta de Rosario Central.

Su lugar era otro: Central Córdoba. Allí deslumbró, jugó e hizo jugar, ganó un ascenso y llegó a ser convocado para un partido amistoso de los mejores de la provincia contra la selección que se preparaba para el Mundial de 1974; cinco jugadores por Newell's, cinco por Rosario Central y él, el distinto. Tres a cero terminó el primer tiempo y, cuentan, el técnico argentino pidió porfavor que sacasen al Trinche, que con la 5 estaba dirigiendo un verdadero baile. Pero ya no había vuelta atrás: cuatro a uno terminó el partido y el Trinche demostró lo que era. Los diarios deliraron por él. La selección nacional se había rendido a sus pies.
Su casa: los tablones que lo vieron crecer.

Ese día, Carlovich dejó allí patentada su jugada, esa que hacía todas las semanas jugando para los Charrúas: el doble caño. Él comentó después: "Tiré un caño y cuando el defensor se dio vuelta le tiré otro. Lo hacia seguido, aunque ese día la cancha se venía abajo. Fue la única vez que se abrazaron los de Newell's y los de Central".

Gracias al boca en boca, que es como se hacen grandes los grandes, el Trinche nunca dejará de ser pura magia. Un jugador creativo, como dicen. El inventor del taco y el caño de ida y vuelta.

"Es cierto que me sentaba en la pelota durante el partido. Pero no era una provocación. Por ahí ellos no presionaban y yo estaba un poco cansado". Así vivía y sentía el fútbol. "Mi principal virtud era querer la pelota a cada rato. Si no la tenía me desesperaba".

En internet un anónimo comenta: "Yo lo vi a jugar a Carlovich. Partido contra colegiales. Tres o cuatros plateistas lo insultaban sin parar. Carlovich para una pelota de pecho en el medio campo, pisa la pelota y espera que se la vengan a sacar. Cuando uno intenta marcarlo, tira un sombrero, hace dos pasos y la para con elegancia. Levanta la cabeza y mira hacia donde estaban esos tres o cuatros que lo insultaban. Esa jugada fue la devolución a los insultos, una muestra de su categoria. De eso no me puedo olvidar".

El Diego, cuando llegó a la ciudad santafesina en 1993 para jugar en Newell's lo dijo también, lo reconoció: "Yo creía que era el mejor, pero desde que llegué a Rosario escuché maravillas de un tal Carlovich, así que ya no sé... Me dijeron que la dejaba así de chiquitita"

Sin embargo, él lo sabe y lo dice cuando las cámaras lo buscan: él no fue una rareza, un superdotado que no pudo demostrar, como dicen algunos periodistas.

El Trinche Carlovich, en cambio, y él lo repite una y otra vez, sólo fue uno más del montón.

El Trinche, de crack a leyenda: "Típico jugador de barrio".

1 comentario:

  1. después rompen los estereotipos de las peleas; se besan con odio.
    Qué bueno che, cuántos trinches andarán por ahí que desconocemos, no solo futbolistas anónimos si no de todo tipo de profesiones
    Un beso Daro :)

    ResponderEliminar