martes, 6 de noviembre de 2012

Carta de un amigo desesperado

Querido Rober:

Te envío esta carta porque estoy desesperado, y confío en que vos podrás ayudarme como tantas otras veces. Como siempre. Es por Martita.

Sí, no dudo en que te lo imaginaste cuando viste el sobre... Sí, otra vez Martita, qué querés... Pero esta vez es en serio. Necesito que me escuches -que me leas- con atención. Y que me aconsejes. Yo sé que vos la tenés clara en esto y, creo, sos el único que puede darme una mano en este momento. Esta vez va en serio...

Es que la noto decaída. Te lo digo ahora pero ya van como dos semanas. O más. Vos lo sabés, vos ya nos vistes. No sé si fue de un día para el otro, creo que no. Tampoco sé si hubo algo preciso que le hizo mal, algo que yo hice o algo que le molestó, realmente no lo sé. Pero está mal, y se le nota. Y se nos nota.

Está decaída, como deprimida, no sé como explicarte, la tenés que ver... pero ya no es lo mismo. Se le nota a la legua, ni siquiera es que lo note yo porque la miro diariamente como a nadie. Me lo han dicho amigos que la conocen desde mucho antes y ven exactamente lo mismo: la cosa cambió. No es que las cosas antes estaban bárbaro, es cierto, lo reconozco -vos lo sabés muy bien-, pero no es de lejos la cuestión como podría ser antes, cuando nadie se daba cuenta, ahora las cosas no están bien, y, como te digo, se nota. No hace faltar ser un especialista en estos temas, lo notan hasta los pibes, mirá lo que te digo, hasta los pibes que son unos bestias. Ellos también la ven distinta, rara; como distante. Como si algo raro le hubiese sucedido...

Y yo estoy destruido, te imaginarás. Literalmente, Rober. Sin matices.

Sé que lo primero que me vas a preguntar es si le estoy demostrando todo mi cariño, toda mi preocupación, y la respuesta es que sí. Te hago caso en ese sentido. Es más, estas semanas le dediqué el doble de tiempo, la cuidé como nunca y le hablé de la manera más cariñosa que pude y que puedo, le dije todo lo que la quería y todo lo que la necesitaba, pero no hay caso: Martita, creo yo, ya ni me escucha.

¿Es que Martita ya no me quiere?

Y esto es lo que más me aterra, lo más grave del asunto. Puedo decirle lo que se me ocurra, puedo decirle las palabras más bonitas, recitarle los versos más lindos, cantarle los viajes más felices, puedo decirle hasta que la amo, mirá lo que te digo, que para Martita va a ser igual, exactamente lo mismo. Hasta le canté, Rober, ¡le canté con la guitarra! Imaginate... el fantasma de canterville, rasguña las piedras, le metí pepe lui también, después algo de los beatles que siempre a ella le gustaron tanto, let it be y toda la gilada, pero nada. Nada, Rober, ¿entendés? Nada de nada.

Ni una mueca, ni un gesto. La nada misma, Rober, la nada misma.

...Pienso que quizás pudo haber sido el clima, que hace dos semanas la pobre Martita viene sufriendo, pero tampoco es que hubo tormenta, sólo un poco de viento y un buen aguacero. ¿Creés que pudo haber sido eso? 

Espero que sepas entender la situación por la que estoy pasando, y seas comprensivo con la respuesta. 

Te mando un abrazo enorme.

Tu amigo de siempre, Migue.

2 comentarios:

  1. Por suerte hoy Martita esta feliz, por que todos los estamos, como ella siempre lo quiso y pucha que lo esta queriendo.

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  2. Muy linda. Me gustaría saber que pasa con Martita.
    beso grande, Daro

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